JM Coach

Coach y Terapeuta

mujer con la cabeza escondida entre un cojín

 

En esta ocasión, el equipo de Kaizen Proyectos, me ha preguntado sobre los trastornos mentales a la vista de la cantidad de noticias como esta que aparecen casi a diario sobre el tema.

 

Para enfocar este tema, me gustaría empezar hablando sobre la relación o diferencia entre un coach y un terapeuta.

Se dice (según aparece en Internet) que el coaching está enfocado en guiar o entrenar personas sanas, no trata con personas enfermas, sin embargo, la terapia está enfocada a guiar o entrenar personas con problemas psicológicos catalogados como patologías. Se dice también que, en las sesiones de coaching, es el cliente el que desarrolla competencias para lograr cierto objetivo y que alcanza la meta por sus propios méritos. Sin embargo, en terapia, es el terapeuta quien establece la meta y hace que el cliente la alcance con su ayuda. Por lo tanto, un coach no debe dedicarse a hacer terapia.

 

¿Qué piensas de esto Jose Miguel? 

Como ya sabéis, no me identifico demasiado con lo que se supone que un coach debe o no debe hacer. Utilizo la palabra coach en un sentido literal de su significado: “entrenamiento”

Aunque en cierta manera, llevan razón.  Un coach no debe de hacer terapia ya que las personas que hacen terapia creen en enfermedades, patologías, etc…

A pesar de que uno de los pilares del coaching es “no dar nada por sentado”, la mayoría de las personas, incluidos coaches y terapeutasestán condicionadas socialmente y creen en las etiquetas diagnosticadas.

Por otro lado, mi experiencia al respecto es que la mayoría de las personas diagnosticadas, en esencia tienen los mismos problemas que el resto de los mortales.

El único problema es que en un momento dado fueron a un terapeuta, le diagnosticaron y le condicionaron. Cuando a una persona la diagnosticas, y más si es un problema catalogado como mental, sin querer estás contribuyendo a crear dicha realidad.

Por fortuna, hay personas que, con los mismos síntomas, dolencias o diagnósticos, no se resignan, buscan soluciones, desean hacer lo necesario para tener una vida sana y plena.

Uno de estos casos fue Daniel (nombre ficticio).

Esta semana lo he visto en consulta y hemos hecho una pequeña valoración de su proceso de desarrollo personal. Inicialmente vino a la consulta buscando una solución a los problemas que tenía: había ido a varios psicólogos o psiquiatras y uno le dijo que tenía depresión, otro que tenía ansiedad y el ultimo que era hipocondriaco.  Tres diagnósticos y ningún resultado positivo o mejora.

Hoy en día goza de un puesto de trabajo de responsabilidad que le llena de satisfacción: dirige proyectos y coordina equipos con gran eficiencia profesional a la par que con elevados valores y principios humanos.

 

¿Qué pasa con los terapeutas? ¿Por qué personas que han recibido la misma formación tienen una visión tan distinta de un mismo problema?

Básicamente considero que son por estas dos causas:

Primero, una falta de visión global.  Hoy en día, prima la visión fragmentada en cualquier tema. Todo está demasiado desmembrado y no hay capacidad de contemplar la globalidad de todo lo que envuelve a una persona y cómo se interconecta todo esto entre sí. Así que como todo el mundo ve las cosas desde su punto de vista o especialidad en algo concreto, acaban viendo lo que quieren ver. Como dijo Maslow, si solo tienes un martillo, todo parecerá un clavo.

Lo segundo y lo más importante, es la falta de ejemplo o coherencia por parte de la persona que guía, presta ayuda o apoyo profesional. Es decir, pienso que las personas que se dedican a estas cuestiones tienen que tener sus asuntos solucionados y cultivar una experiencia amplia, global y positiva de la vida. Esta es la única forma de no proyectarle nada negativo a la persona que tienes delante. De hecho, el principal problema que tengo con las personas que atiendo es todo lo que otros le han puesto encima. Las personas que creen en la enfermedad crean enfermos.

En mi caso, cuando tengo delante a una persona que tiene algún tipo de dolencia, malestar o problema, solamente veo a una persona potencialmente sana a la que le faltan recursos o que en algún momento de su desarrollo se quedó atascada. Una persona que solo necesita un poco de ayuda y entrenamiento para desarrollar o habilitar las capacidades que le faltan.

 

En la página de JM Coach, te defines como consultor, coach y terapeuta. ¿Por qué sigues utilizando el término terapeuta?

Quizás tendría que anular la palabra terapeuta, ya que no me identifico demasiado con la forma en que trabajan la mayoría de los terapeutas. Pero, por el momento, aún la sigo utilizando para esas personas que, pese a todo, y a pesar de lo que digan otros supuestos profesionales, no se resignan, se hacen preguntas y continúan buscando, como fue el caso de Daniel y otros muchos que han acudido a consulta.

Es por ello por lo que, junto a terapeuta, utilizo la palabra coach, ya que es una palabra con mucha fuerza, que te hace ser parte activa de tu superación personal. Y que en líneas generales viene a decir que, con entrenamiento, recursos y un buen enfoque puedes superar cualquier situación.

 

Se comenta también que el coach se centra en el presente y en el futuro, que no mira al pasado.

Sobre esto también disiento en parte. No hace falta mirar demasiado al pasado ya que los problemas del pasado sin resolver se manifiestan en presente, aunque sea con otros decorados. Nuestro inconsciente no distingue entre presente, pasado, vida personal o laboral, cuando algo le suena a lo mismo, se activa. Muchas veces apoyando a la persona, dándole recursos y estimulándola en la dirección adecuada es suficiente.

No obstante, otras veces, si queremos superar esta situación y lo queremos cortar de raíz, no queda más remedio que ir al origen donde se inició. Esto depende de las incógnitas y situaciones conflictivas que cada persona trae consigo.

 

¿Qué haces cuando intuyes o piensas que la persona está viviendo algún tipo de historia emocional?.

Siempre que puedo dejo que fluya de forma natural.

Por ejemplo: Diana tenía 3 propuestas diferentes de trabajo. Finalmente, aceptó el trabajo que mejor impresión le causo. Durante las entrevistas se había sentido muy bien tratada, incluso al llegar a la empresa la invitaron a una comida y le preguntaron sobre qué pensaba de la empresa, todo parecía estupendo, en teoría parecía una empresa de última generación con grandes valores humanos y un buen ambiente de trabajo. Sin embargo, cuando entró a trabajar comprobó el desastre total que había en dicha organización:  falta de organización, de protocolos, de una gestión de la información eficaz, de comunicación… Se dio cuenta de que no había hecho la mejor elección. Acababa las jornadas agotadas. A las 2 semanas me dijo, “¡me he equivocado al elegir este puesto de trabajo!” y encima es el trabajo de los que me ofrecieron que menos me paga.

Pero en lugar de animarla a que dejase el trabajo le recomendé que se quedase (salvo que la despidieran o encontrase otro). Le comenté: ‘’Si elegiste esta empresa será por algo, algo tendrías que aprender. Puesto que te dijeron que te contrataban para mejorar la organización y gestión de la empresa, empieza a hacer una lista de todas las cosas que no funcionan bien y cuál sería su posible solución y cuando la tengas concierta una reunión con el jefe de delegación’’.

Después de un par de meses y tras haber lidiado con varios conflictos, concertó una reunión con su jefe de delegación. A los 5 días la despidieron y en el mismo día tuvo que dejar definitivamente la empresa.

Cuando la despidieron, por una parte, se sintió liberada, pero por otra parte sentía malestar.  La clave estaba en que toda esta experiencia en ese trabajo había servido para sacar a la luz una emoción de rechazo relacionada con su familia, con algo que sucedió en su infancia. Desde la entrevista, donde ella se sintió totalmente acogida, todo su proceso en esta empresa fue una película donde revivió secuencias emocionales de su vida, para ahora ya adulta y de forma consciente, sacarlas a la luz y positivarlas. Una vez que se dio cuenta de todo e integro dichas emociones, su malestar se disolvió y siguió adelante.

 

Actualmente hay mucha preocupación con los trastornos mentales, ¿Qué consejo darías a las personas preocupadas por la salud mental?.

Primero quiero aclarar que un problema psico-emocional, puede manifestarse como un problema orgánico o corporal. Por ejemplo, hace unos atendí a una cliente con un fuerte dolor de espalda.  Y la solución fue resolver un problema con una persona de su círculo íntimo y ordenar unos asuntos a nivel profesional en su empresa. En cuanto se quitó esta presión de encima el dolor de espalda desapareció.

 

En cuanto al tema de la salud mental, es cierto que socialmente es un tema preocupante.  El germen de todo ello es la falta de contacto con nuestro interior, el cual hemos sustituido por estímulos externos, relaciones interpersonales o retos laborales. Siempre hay que estar haciendo cosas, no hay tiempo para sentirnos, escucharnos y conectarnos a nosotros mismos. Demasiada estimulación externa y poca introspección interna.

Aunque como comentaba al principio, por lo general, la mayoría de los problemas diagnosticados como fue el caso de Daniel, con reeducación, entrenamiento y apoyo se solucionan.

 

¿Y qué pasa con los casos más graves?

Bueno tendríamos que valorar qué es un caso grave y cómo este se convirtió en grave. En Método Cronos hemos atendido algún caso que se podría catalogar como grave. Han sido casos donde la persona, en momentos de crisis, presentaba un estado de alteración de la consciencia y decía cosas incompresibles a nivel racional. Esta situación se produce por una saturación o impacto emocional, y como medida de seguridad y autoprotección el organismo tiene la necesidad de “desconectar” ciertas funciones. Es como cuando tenemos en casa una sobrecarga eléctrica y saltan los fusibles. Entonces se anula la función del hemisferio izquierdo, que es el hemisferio que razona, filtra, ordena, etc… y se queda solo conectado el hemisferio derecho por lo que entender lo que dice es confuso a nivel racional ya que lo mezcla todo, habla de forma simbólica, etc. Pero sí sabemos escuchar y traducir, siempre te da alguna pista sobre lo que está procesando y lo que nos quiere decir.

 

¿Hay algún tipo de tratamiento o solución para estos casos?

La experiencia, con algunos casos que hemos tratado, es que está relacionado directamente con vínculos afectivos familiares. Hay que tener en cuenta que las personas nacemos en un ecosistema familiar y al igual que le pasamos a nuestros hijos nuestra inmunidad frente a los virus, ciertos rasgos del carácter, también les transmitimos nuestro sentir y nuestras presiones emocionales y cuando hay un exceso de carga de conflictos emocionales atascados algún miembro de la familia paga la factura. Son casos muy particulares donde hay que seguir el rastro minuciosamente y, algo que es muy importante, detectar a la persona que satura emocionalmente a la persona afectada que simplemente es la reactiva y que solo desahoga el conflicto familiar.

La cuestión básica aquí es ver todo el conjunto familiar y no centrase en la persona que tan solo actúa como señal de alarma. Si la familia se implica el resultado es muy positivo.

 

En cuanto al tratamiento que prescriben actualmente los psiquiatras, básicamente se trata de medicación, que te deja sedado o atontado, pero que nunca soluciona el problema, y que además conlleva notables efectos secundarios.

 

Para concluir, Jose Miguel, ¿Qué le dirías a todas las personas que están leyendo este artículo y que están preocupadas por el alarmante incremento de los trastornos mentales?

“Pues que hay tener una visión global de cada situación, aprender a cuestionar el statu quo y tener la certeza de que ante cualquier dificultad siempre hay alguna solución. Solo hay que enfocarlo en la dirección adecuada”.

 

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