Cuando hablamos de tensión hablamos de energía así que, para controlar el estrés, hay que controlar los niveles de energía de que disponemos, la forma en que la invertimos, y la dosificación que hacemos de la misma.
El nivel de energía del que dispones condiciona tu nivel de respuesta
Una persona no responde igual cuando tiene excedentes de energía, que cuando está agotada o en reserva. Por ello es de vital importancia reconocer cuando te aproximas al límite de tus fuerzas. Si siempre vas rozando el límite, cuando surja un imprevisto no tendrás reserva para dar una respuesta positiva, y en caso de continuar trabajando, no darás lo mejor de ti. Cuando te excedes, tu capacidad de concentración se resiente y hace que aumenten los errores. El resultado es que resuelves peor los problemas, o los dejas a medias, siendo necesario volver a ellos, más adelante, con la consiguiente pérdida de tiempo.
En cambio, cuando mantienes alto tu nivel de energía, tienes máximo acceso a tus capacidades, estás más centrado y aumenta tu potencial.
¡Te estás quedando sin pilas! (atento/a las señales)
Los síntomas de que te estás quedando sin energía son:
- comienzas a verlo todo un poco más oscuro, a sentirte bajo de ánimo y te empiezas a mostrar negativo.
- te cuesta mantener el buen humor y exageras problemas que, en otro momento, no considerarías tan importantes.
- te parece que todo ha empeorado y encuentras más defectos.
- Muestras menos paciencia de lo habitual y te irritas con más facilidad.
- Tensión en el abdomen, opresión de pecho y dolor de cabeza también son síntomas de que el cuerpo se está tensando por falta de energía.
El punto clave a tener en cuenta, es que un mayor consumo de energía es producido por actitudes emocionales sin resolver y la falta de autoestima
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6 principios básicos a tener en cuenta
1. Respira.
- El estrés altera la respiración. La relajación del cuerpo coincide con la salida del aire. Ante una sensación de tensión o miedo, el aire se queda arriba.
- Con el estrés nos encontramos con la respiración retenida, superficial. Nos aceleramos más y eliminamos menos toxinas. Como ya sabes, la inspiración libera anhídrido carbónico y ayuda a mantener el equilibrio acido alcalino en nuestro organismo.
- Cuando una persona siente un peligro o se tensa, la expiración se va acortando. La persona siente que le falta el aire y tiene sensación de ahogo. Esto suele agravarse cuando intenta aun tomar más aire, en lugar de soltarlo.
- Respira con naturalidad, pero trata de hacer más larga y lenta la expiración. Deja que la propia respiración vaya cogiendo su ritmo. Aprende a llevar la atención a la respiración y céntrate en ella antes de comenzar con el ritmo del día. Antes de iniciar una tarea difícil, cuando te encuentres en una situación de tensión ¡Respira!
- Si estas estresado, disgustado, temeroso, agitado, etc. céntrate rápidamente en soltar el aire y alargar la expiración lo que buenamente puedas. No te preocupes, la inspiración se produce por sí sola.
2. Bebe agua.
- Como ya sabes nuestro organismo es casi un 70% agua. El agua es un gran conductor de energía eléctrica y está presente en todas las actividades eléctricas y químicas de nuestro organismo. El agua hidrata, ayuda a eliminar toxinas y residuos químicos del estrés, y reequilibra los minerales en nuestro organismo.
- Cuando existe tensión, el sistema eléctrico del cuerpo se encuentra muy cargado, por lo que es importante estar atento a las necesidades de agua del organismo, sobre todo, en momentos de tensión o estrés. Cuando te sientes nervioso o en tensión, uno de los síntomas que aparecen es la sensación de tener la boca seca, por lo que una práctica muy saludable es beber un trago de agua; esto también te ayuda a evitar la tentación de tomar un café u otro estimulante.
- Ten siempre a mano una botella de agua. Contribuye a aumentar la atención y la concentración además de bajar los niveles de ansiedad.
3. Aliméntate bien.
- La falta de glucosa y estrés tiene una relación directa. El proceso de la digestión convierte los nutrientes en glucosa. Si transcurre cierto periodo de tiempo desde la última comida, y la glucosa desciende demasiado, el cuerpo puede experimentar sensaciones de tensión y peligro. A veces, no nos percatamos directamente de esta situación que puede cursar como: mal humor, falta de paciencia, o cierta agresividad, y que solo pretende indicar que necesitas combustible.
- Respeta las horas de comida y no dejes pasar mucho tiempo entre una comida y otra. Aliméntate de forma adecuada y come cosas sanas, poco manufacturadas. Evita también utilizar la comida como alivio de tensiones o para compensar frustraciones personales. Y recuerda, sin un buen combustible no vas a llegar muy lejos.
4. Descansa al menos cada dos horas.
- El nivel de concentración sufre una caída alrededor de 90 minutos después de haber comenzado una actividad. Para continuar a buen ritmo, lo ideal es tomarse al menos cinco minutos cada dos horas. Esto aumentará tu capacidad de concentración.
- Estos pequeños períodos de descanso de entre 5 y 10 minutos, te ayudarán a reequilibrar tu sistema y romper el automatismo que, fácilmente, se puede haber convertido en un estado compulsivo o de ansiedad, que genera nuestro organismo cuando comienza a estar sobrecargado.
5. Atento también al biorritmo personal
- Como ya sabes, el rendimiento de la persona varía a lo largo de la jornada. Hay personas que funcionan mejor por la mañana y otras por la tarde, por tanto, es recomendable programar las actividades más importantes o complejas (que requieran una mayor concentración), para los momentos del día en los que te sientas más enérgico. De igual manera, aquellos trabajos repetitivos que exigen poca concentración, mejor realizarlos a las horas más bajas del día.
5. Aprende a meditar (Mindfulness).
- El mindfulness surgió a finales de 1970 como técnica antiestrés. La meditación puede ser un método excelente para aprender a centrarnos en el presente, frenar la aceleración de la mente, controlar el exceso de charla interior y conectar con nosotros mismos. No obstante, hay diferentes técnicas de meditación y cada persona debe realizar o crear la que mejor se adapte a sus circunstancias personales.
- Lo más básico es centrarse en la respiración y sentir como entra y sale el aire. Empieza observando la sensación que te produce sentarte quieto si hacer nada, sobre un cojín o silla, con la espalda recta y las rodillas ligeramente por debajo de las caderas. Sólo siente tu respiración, y observa las percepciones o el parloteo mental que viene a tu mente.
- Por otro lado, en ciertas situaciones de estrés en las que la persona lleva un ritmo frenético, la idea de “sentarte quieto, sin hacer nada” le produce más estrés. En estos casos, hay que realizar periodos de meditación-relajación cortos. (podemos utilizar esas pequeñas paradas estratégicas de las que hablábamos en el punto 4).
- También podemos entrar en un estado meditativo dando un paseo y andando de forma relajada. Siente como tus pies se apoyan, alternativamente, en el suelo, siente la postura corporal, siente si hay tensión en los hombros (si están subidos, observa tu respiración…)
- «Todos los días caminamos hacia algún sitio, con un poco de entrenamiento, podemos convertir estos momentos en una meditación.»
Realiza ejercicio físico.
El ejercicio ayuda a que te sientas mejor, no sólo física, sino mentalmente. Un buen programa de ejercicio físico se compone de:
- ejercicios aeróbicos que oxigenan y activan la circulación en nuestro organismo.
- estiramientos que descargan zonas tensas del sistema
- ejercicios con resistencias o isométricos que favorecen la estimulación de zonas débiles.
Es importante que el ejercicio o actividad física que realices sea el adecuado, y esto va a depender de tu fisiología corporal, tu capacidad, el tipo de trabajo que tengas, etc. No es necesario que sea muy intenso, lo que sí es importante es que sea algo regular y lo tengas integrado como parte de tu vida.
El ejercicio es una medida de reequilibrio energético y apoyo mental. Evita utilizarlo como desahogo ante la falta de empuje por no saber enfrentarte a situaciones personales sin resolver que nunca acaban de solucionarse.
RECUERDA: dosificar tu energía incrementa tus niveles de calma y promueve una reflexión/meditación tranquila. Esto permite gestionar de forma eficiente tu estrés y aumenta tu capacidad de enfocarte en lo que es importante.
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